En Japón hay una curiosa
tradición de reparar los objetos que se han roto, mediante un proceso artesanal
con aplicaciones de oro (al menos me parece que es una aleación con esa
tonalidad dorada) para unir las diferentes piezas del objeto. Al final se
obtiene la pieza original resaltando las grietas con este material para
conservar la belleza de su fragilidad.
Ojalá
en las relaciones humanas se pudiera dar este proceso (tal vez es posible,
aunque no hemos encontrado un método certero y definitivo). Una grieta en este
tipo de relaciones (familiares, amistosas, afectivas, amorosas, etcétera) puede
perdurar toda la vida o cerrarse con el paso del tiempo, aunque siempre
involucra un elemento fundamental: la voluntad de “sanar”.
Es
evidente que un objeto no está en igualdad de circunstancias que un ser humano,
por tal motivo no aplicaría en ellos la voluntad de “sanar” debido a que no se
trata de entes animados, como sí lo son las personas (incluso los animales y
plantas podrían entrar en esta categoría, como ha demostrado la ciencia).
En
todo caso, sea objeto o ente animado, se requiere de una mano externa en este
proceso de reparación / sanación, a veces involucrando a la mano que produjo la
grieta (no aplica para el caso de fenómenos de la naturaleza como la Falla de
San Andrés o la Fosa de las Marianas).
¿Es
posible sanarse a sí mismo de las grietas adquiridas con el paso de los años?
Dependerá de cada uno la respuesta, al tratarse de una circunstancia particular
y no generalizada, pues cada grieta responde a factores específicos que
requerirán también de una intervención específica para su sanación.
En
mi caso, claro que he ido cumulando grietas de todo tipo, quizá no son en gran
número, pero sí con gran profundidad, aunque no he tenido la voluntad para
sanar ni lo he buscado. Esta falta de voluntad (como ya he dicho, incluso para
vivir y existir) ha transformado esas grietas en emociones que se han ido
clavando aquí dentro, en un mar de desesperación y desolación.
¿Quién
o qué ha provocado estas grietas? Sus nombres y rostros los llevo aquí grabados
debajo de la piel, pero morirán en mi silencio porque así lo he decidido. Tal
vez me he ahogado en resentimiento y dolor, pero no está en mi naturaleza
trascender este tipo de experiencias para convertirlas en una sonrisa. Que
suceda lo que ha de suceder hasta que todo esto se convierta en silencio.
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