Ignoro por qué, pero el número
tres ha estado presente en diferentes culturas (de forma explícita o implícita)
bajo un velo sagrado que lo coloca por encima de otros números (excepto el
cero, base del sistema numérico maya y símbolo del dios judeocristiano por ser
el Todo).
La
trinidad nos remite especialmente a las sagradas escrituras de la tradición
judeocristiana para hacer referencia al padre, el hijo y el espíritu santo y
sus numerosas implicaciones de interpretación, sobre todo para explicar la
naturaleza humana dividida en lo espiritual, lo carnal y el instinto animal.
Sin
embargo, el número tres va más allá de esta referencia para el universo
occidental. Pensemos en las diferentes mitologías alrededor del mundo en torno
a la Creación y el nacimiento de la humanidad. Una entidad superior crea al ser
humano a partir de tres elementos fundamentales (en la mayoría de los casos):
tierra, agua y un soplo de vida.
En
estas cosmovisiones parece haber una constante y es el hecho de colocar al ser
humano como el número tres en estas ecuaciones: por un lado, la entidad divina
que representa “lo bueno”, la otra entidad divina que representa “lo malo” y la
humanidad como tercer elemento, cuyo destino se define a partir de las
consecuencias de la lucha entre el bien y el mal, aunque en algunas tradiciones
este tercer elemento se refiere más al libre albedrío del ser humano para
elegir entre el bien y el mal.
La
trinidad, sin embargo, se presenta en otros casos como la división del cielo,
el inframundo y el mundo terrenal; el triángulo matemático tan estudiado por
Pitágoras y sus discípulos; las figuras piramidales en las antiguas culturas
(no solo entre los egipcios), el triángulo en la arquitectura, en las bellas
artes, en la ingeniería (pensemos en los techos de dos aguas que ya se habían
desarrollado en la arquitectura griega como el Partenón) y las diversas formas
repetitivas en los patrones de la naturaleza.
Pienso
que los números esconden algo que todavía va más allá de nuestra comprensión y
que aún no somos capaces de descubrir el elemento faltante que guíe nuestra
intuición. En todo caso el número tres será una constante que algún día la
humanidad habrá de descubrir.
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