18 de noviembre de 2019

300. La trinidad


Ignoro por qué, pero el número tres ha estado presente en diferentes culturas (de forma explícita o implícita) bajo un velo sagrado que lo coloca por encima de otros números (excepto el cero, base del sistema numérico maya y símbolo del dios judeocristiano por ser el Todo).

         La trinidad nos remite especialmente a las sagradas escrituras de la tradición judeocristiana para hacer referencia al padre, el hijo y el espíritu santo y sus numerosas implicaciones de interpretación, sobre todo para explicar la naturaleza humana dividida en lo espiritual, lo carnal y el instinto animal.
         Sin embargo, el número tres va más allá de esta referencia para el universo occidental. Pensemos en las diferentes mitologías alrededor del mundo en torno a la Creación y el nacimiento de la humanidad. Una entidad superior crea al ser humano a partir de tres elementos fundamentales (en la mayoría de los casos): tierra, agua y un soplo de vida.
         En estas cosmovisiones parece haber una constante y es el hecho de colocar al ser humano como el número tres en estas ecuaciones: por un lado, la entidad divina que representa “lo bueno”, la otra entidad divina que representa “lo malo” y la humanidad como tercer elemento, cuyo destino se define a partir de las consecuencias de la lucha entre el bien y el mal, aunque en algunas tradiciones este tercer elemento se refiere más al libre albedrío del ser humano para elegir entre el bien y el mal.
         La trinidad, sin embargo, se presenta en otros casos como la división del cielo, el inframundo y el mundo terrenal; el triángulo matemático tan estudiado por Pitágoras y sus discípulos; las figuras piramidales en las antiguas culturas (no solo entre los egipcios), el triángulo en la arquitectura, en las bellas artes, en la ingeniería (pensemos en los techos de dos aguas que ya se habían desarrollado en la arquitectura griega como el Partenón) y las diversas formas repetitivas en los patrones de la naturaleza.
         Pienso que los números esconden algo que todavía va más allá de nuestra comprensión y que aún no somos capaces de descubrir el elemento faltante que guíe nuestra intuición. En todo caso el número tres será una constante que algún día la humanidad habrá de descubrir.

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