30 de noviembre de 2019

320. El telar


Fue Penélope, la mítica, quien inmortalizó la figura del telar más allá de su significado como objeto de la cotidianidad: se convirtió en el símbolo de la vida que se teje, se entreteje y se desteje aspirando a otro presente.

         Hay una canción de la canadiense Loreena McKennitt titulada “Penelope's Song” en alusión a esta figura retratada en la Odisea, aunque le da un justo valor que da cuenta de los deseos y aspiraciones de Penélope, real o ficticia, pero en el fondo un ente que en su feminidad anhela, espera y experimenta un drama propio que se manifiesta a través del telar.
         Me he puesto a pensar que desde sus inicios, tejer surgió como un acto meramente femenino (podría haber sido una “imposición” social desde sus orígenes) y aunque con el pasar de los siglos (¿milenios, acaso?) se ha extendido su práctica también entre los hombres, conserva una especie de remanente sobre el acto de dar vida y continuar con esa secuencia hasta la puntada final, donde “el gran hilo” ha concluido con su labor.
         En el telar se transforman los sueños, deseos y aspiraciones para convertirlos en una historia que puede trascender a nuestra memoria, modificarse o extinguirse una vez que suceda lo que ha de suceder. Y aun si nos sobrevive el tejido como representación de nuestra existencia, el telar vendría siendo una especie de fuerza divina que teje, entreteje y desteje nuestra existencia, con un o una hacedora que determina la puntada y el motivo sobre el bastidor.
         Disculparán que mi nostalgia se manifieste cuando hablo de este tema. A veces me da por pensar que mi telar ha quedado inconcluso, sin definir el motivo, con el gran hilo tirado sobre el piso porque mi hacedor o hacedora abandonó el telar y decidió no continuar con mi propia historia, con un tejido artesanal que ahí permanece, colorido o no, pero ya cubierto de polvo, olvidado en algún rincón, ya casi sin esperanza de llegar a su conclusión.
         Sé que cuando suceda lo que ha de suceder, el motivo y la urdimbre ya no tendrán importancia. El telar en el que se escribe mi historia tal vez me trascienda y con el tiempo se extinga sin otros ojos para ver lo que se ha tejido. Sea, pues, lo que el silencio y el tiempo determinen.

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