18 de noviembre de 2019

303. La caligrafía


Parece terapéutico, pero va más allá. Escribir tiene mucho de eso y más, como una especie de momento en el que uno teje y desteje las marañas mentales para darles orden y secuencia, aunque rara vez reflexionamos sobre el trazado de la escritura, de las grafías, donde incluso va impresa nuestra identidad (pensemos en el caso de una firma).

         En oriente se ha desarrollado un oficio particular por la caligrafía, allá donde la tinta y el pincel continúan como herramientas básicas para comunicar y en algunas redes sociales se han hecho populares los videos de escritura que parecerían terapéuticos debido a que el trazado de cada grafía genera una sensación de placer en el espectador.
         Esto llegó a tal grado en Oriente que allá se desarrolló todo un arte en torno a la caligrafía, hay escuelas especializadas y forma parte importante de su cultura (allá, donde el trazado de líneas de manera correcta e incluso artística define en gran parte el significado de una grafía, por no decir letra o palabra porque tenemos sistemas de comunicación muy diferentes).
         En Occidente, en cambio, se buscó interpretar la caligrafía para intentar definir y delimitar la personalidad de alguien, como si en el trazo estuviera contenido el pasado y el futuro de una persona y a partir de ahí se definiera su presente (cosas un tanto absurdas, pero que me han llevado a confiar más en el sistema oriental).
         Si yo me basara en la experiencia occidental en torno a la caligrafía, diría que mi letra es inteligible, como si intentara que nadie más entendiera lo que estoy escribiendo. Lo cierto es que mi firma consta de mi propio nombre y es totalmente entendible, a diferencia de lo que escribo en mi cotidianidad, que en gran parte es producto del alcoholismo. De ahí que casi nunca se entienda (ni yo misma) lo que estoy escribiendo.
         No obstante, sigo enamorada de aquellas personas que tienen el don de hacer de la caligrafía un arte y generar con su escritura una sensación de placer que difícilmente se puede replicar a menos que se tenga mucha práctica y se desarrolle ese talento artístico.

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