3 de noviembre de 2019

263. El hueso


Cuando suceda lo que ha de suceder, cuando suceda, habrá una verdad que nadie ni nada podrán evitar: este cuerpo que late y se extingue a cada instante se volverá silencio. Por mí hablarán los huesos que me sobrevivan, incluso si esta vida mía estuviera destinada a la cremación.

         ¿No hemos sido testigos acaso de que son los huesos lo único que nos sobrevive?, ¿no se dedica a eso la arqueología, a desentrañar los misterios de los huesos?
         Mis propios restos dirán tal vez que tengo osteoporosis, que el abuso del café hizo cada vez más porosos mi tejidos óseos y por eso casi eran imperceptibles en las radiografías (de eso hace tanto ya). Pero hablarán de mí, de la locura que me habita. Hablarán mis huesos que me tuvieron en pie durante casi una centuria para ver los horrores de un mundo y un tiempo que no pedí.
         Serán mis huesos el testamento arcaico donde dejo constancia de una vida de renuncia, de fracasos, de abandonos, de pequeñas derrotas que se acumularon para quebrantarme. Pero algún día reposarán en las entrañas de la tierra, ahí donde ni yo ni mi silencio existiremos.
         Que nada vive es la certeza. Que nada sobrevive a pesar del último latido, porque incluso las palabras que lograron ser impresas carecen de existencia mientras no haya ojos para interpretarlas. Cuando suceda lo que ha de suceder, cuando suceda, seremos yo y mis huesos hundidos en la boca del silencio.

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