Una sola vez en mi vida he
acudido a un espectáculo circense y la experiencia me bastó. Rebeca había comprado
boletos para una sola función un sábado por la tarde. Ahí conocí a los
elefantes, los tigres, leones y caballos.
Era
todavía una niña cuando viví la experiencia. Nunca había visto más animales en
mi vida que perros y gatos callejeros y algunas aves enjauladas que cantaban al
amanecer en las casas vecinas. Por eso me maravillé de ver semejantes animales
exóticos haciendo acrobacias y malabares con senda corpulencia y habilidad.
Esa
tarde había muchas familias emocionadas por la función. Para muchos, era la
primera vez que acudíamos a un circo, una gran carpa de colores con una sola
pista llena de luces de colores y efigies de payasos por doquier, payasos que
nos recibían en la entrada con globos multicolores y algunas risas que, aunque
pretendían contagiar la alegría, a varios nos provocaron temor.
Una
pequeña banda de músicos amenizaba el espectáculo desde un rincón y uno tras
otro salían cada vez más payasos para despertar un par de risas con números
simplones, aunque graciosos en el fondo. Brincaban, corrían, se escondían,
exageraban sus movimientos, se caían, daban vueltas y vueltas, regalaban
figuras animalescas hechas con globos y hacían bromas entre el público, que no
dejaba de aplaudir.
Entonces
le vimos, un gran elefante que recorrió la pista con una pluma montada en la
frente, haciendo acrobacias con pelotas, parándose en sus patas traseras y
luego sobre una sola, con su característico barrito que nos estremeció para
luego darnos un baño de agua con su larga trompa y dar paso al espectáculo de tigres
y leones y las acrobacias de una hábil mujer vestida de bailarina y montada
sobre un par de caballos.
Todo
hubiera sido diversión de no ser porque los ojos de los animales eran tristes,
muy tristes, incluso el elefante parecía sufrir más que disfrutar del
espectáculo. Años más tarde esos ojos me hicieron pensar en el circo romano y
el espectáculo de sangre para divertimento de otras personas.
Hoy
los circos de la mayor parte del mundo han optado por ofrecer espectáculos
realizados por hombres y mujeres que efectúan diversas acrobacias para probar
la flexibilidad y las habilidades del ser humano.
La
vida ya es suficiente circo para buscar la experiencia en otras vidas.
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